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viernes, 26 de noviembre de 2010

Sobre el fallo de Crucitas, por don Oscar Arias

UNA BREVE REFLEXIÓN SOBRE EL FALLO DE CRUCITAS
by Óscar Arias Sánchez

Hace 25 años, no existía la posibilidad de que un ciudadano común iniciara un blog un día cualquiera, y ese blog fuera más leído que un periódico o una revista. No existía la posibilidad de crear un grupo de Facebook y convocar, en cuestión de semanas, a tres millones de personas a manifestarse en torno a una propuesta. No existía la posibilidad de convertir un video casero en un fenómeno de sensación mundial.

Era la época en la que los políticos dependíamos de los medios de comunicación para transmitir nuestros pensamientos o nuestras opiniones, razón por la cual dependíamos de lo que ellos nos quisieran publicar, cuándo lo quisieran publicar y, en la mayoría de los casos, que no quisieran publicarlo.

Esa época ya pasó. Hoy, en cambio, es el mundo en que Wikipedia prácticamente ha desplazado a las enciclopedias, que durante siglos dictaron la palabra oficial del pensamiento. Éste es el mundo en que cualquier persona puede seguir gratuitamente los cursos de Física o de Cálculo del MIT, la más prestigiosa universidad tecnológica del planeta, sin moverse de la sala de su casa. Nunca antes las personas normales, las que no son Presidentes ni Generales ni Gerentes ni Directores, habían tenido tanto poder. Ahora podemos decir lo que pensamos a través de Facebook sin que nadie nos edite, o haga su propia interpretación de lo que queremos decir, y a la vez, en tiempo real podemos saber los que nuestros amigos opinan. Es por eso, que es a ustedes, mis amigos y amigas de Facebook, a quienes les quiero decir lo que pienso del fallo sobre Crucitas.

A lo largo de mi vida pública siempre he respetado las decisiones de las diferentes instancias judiciales en nuestro país. Como lo he manifestado reiteradamente, en una democracia donde existe un Poder Judicial independiente, las sentencias se acatan y se respetan, y no se cuestionan. Sin embargo, como ustedes saben, el Tribunal Contencioso Administrativo resolvió en contra de la sentencia de la Sala Constitucional que había declarado la constitucionalidad y legalidad del decreto de conveniencia nacional que emitimos durante mi Gobierno. Creo que lo más aconsejable en este momento es, con mucha calma y serenidad, y ante las manifestaciones de la empresa afectada de llevar este caso a conocimiento de la Sala Primera de la Corte Suprema de Justicia, que esperemos que sea esa instancia la que en definitiva resuelva, ojalá que en el menor plazo posible, la divergencia de criterios entre los fallos emitidos por la Sala Constitucional y el Tribunal Contencioso Administrativo.

El desarrollo de los pueblos depende del monto de la inversión, tanto nacional como pública, tanto privada como extranjera. En América Latina la inversión extranjera per cápita más elevada la tiene Chile, y es precisamente esa inversión la que le ha permitido convertirse en el país más desarrollado de Latinoamérica. Costa Rica, desde hace muchos años, ha seguido los pasos de Chile creando reglas del juego claras que atraigan dicha inversión.

En toda democracia, los ciudadanos deben saber a qué atenerse en sus relaciones con el Estado. Deben confiar en la observancia y el respeto de las situaciones derivadas de la aplicación de normas válidas y vigentes. Deben tener una expectativa razonablemente fundada sobre cuál será la actuación del poder en la aplicación del Derecho. Es decir, deben ser capaces de anticipar cuáles serán las consecuencias jurídicas de su propio comportamiento. Como dicen los ingleses, “legal security means protection of confidence”.

La seguridad jurídica significa la protección de la confianza, esto es “un saber a qué atenerse”. Nuestro país, tan admirado por su paz, por su democracia, por su tolerancia, no puede quedarse al final de la carrera del mundo. El bien primordial de un mundo globalizado es la confianza. Protegerla empieza por el Gobierno y por el Congreso, pero pasa, sin duda, por el Poder Judicial.

Finalmente, mis queridos amigos y amigas, con respecto a mí, como he dicho en otras ocasiones, el que nada debe nada teme.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Proteger el derecho a disentir

Quiero escribir sobre varios temas que ando desde hace días entre pecho y espalda, pero por ahora voy a hacer una rápida reflexión sobre el conflicto en la frontera. A ver si reactivo este abandonado blog!

Es evidente que lo que pasa en Isla Calero es inaceptable y debe llenarnos de indignación. Pero a partir de este punto, si algo deberíamos haber aprendido después de 60 años sin ejército, nuestra actitud debe ser de una inclaudicable convicción en la capacidad de la institucionalidad internacional para resolver nuestros diferendos con otros países. Esto significa no dejarnos arrastrar por las proclamas incendiarias e irresponsables de algunos que azuzan el fuego de la intolerancia sin comprender con toda amplitud las consecuencias funestas que un desbordamiento de pasiones podría tener en nuestro país. Ponemos a prueba en este momento esa imagen que hemos forjado de nosotros mismos: pacifistas, tolerantes, democráticos; la indignación no puede terminar concretándose en cosas a las que siempre, al menos eso decimos, nos hemos opuesto: la violencia, la intolerancia, la xenofobia disfrazada de un patrioterismo -que no patriotismo-, que la historia nos muestra una y otra vez ha tenido implicaciones dolorosas para los países.

Además de la defensa de nuestro territorio nos enfrentamos hoy a dilemas que pueden reafirmar un conjunto de valores o mostrarnos una cara oculta de nuestra nacionalidad. Yo soy optimista porque hasta hoy solo un puñado de exaltados profieren xenófobas amenazas de violencia, pero me temo que en otros aspectos algunos peligros son mucho menos evidentes, pero no por eso menos graves.

Después del ataque a las Torres Gemelas en setiembre del 2001, el gobierno de Bush solicitó y obtuvo expeditamente autorización del Congreso para una serie de acciones, entre ellas el ataque a Irak,, en nombre de la llamada "seguridad nacional". Recuerdo vívidamente la violenta reacción de los sectores conservadores contra el puñado de senadores y congresistas que se atrevieron a cuestionar la legalidad y la moralidad de alguna de estas acciones. "No es momento", argumentaban, "para cuestionar al Gobierno, es hora de la unidad nacional". El tiempo le dio la razón a quienes tenían dudas y muchas de las cosas que parecían tener sentido en el contexto del ataque del 9-11 se revelaron como legal y éticamente cuestionables. En medio de la angustia provocada por los ataques terroristas, el pueblo estadounidense se traicionó a sí mismo y estuvo dispuesto a sacrificar no solo algunos principios morales y legales que han sido sustento de su esencia nacional, sino además a restringir la discusión pública abierta, contestataria, a restringir, en otras palabras, el disenso.

Nada mas peligroso en una democracia que la restricción del pensamiento, sobre todo si es impuesta a partir de una interpretación parcial en una situación coyuntural. El argumento de "no critiquen porque es hora de la unidad nacional" es un muy mal síntoma que debilita principios que deben mantenerse incólumnes. No hay momentos apropiados o inapropiados para el ejercicio democrático. Aquellos que desean cosechar el fruto de la libertad, escribió Thomas Paine, deben asumir la fatiga de apoyarla. Por eso me ha sorprendido la reacción de un sector de la prensa y de algunos formadores de opinión respecto a las declaraciones que diera el expresidente Arias alrededor de este conflicto. Se puede estar de acuerdo o no, pero desestimar esta o cualquier otra opinión por ser este un momento particular es tan peligroso como el pensamiento de los radicales que lanzaron un coctel molotov contra la embajada nicaragüense.

No perdamos la brújula y ratifiquemos en todo momento nuestra convicción democrática. Este conflicto fronterizo, como muchos que hemos tenido en el pasado, terminará siendo un mal recuerdo en unas semanas. Pero si actuamos en contra de nuestra esencia, el perjuicio será mucho más duradero