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domingo, 16 de junio de 2013

La realidad en datos


La valoración de la gestión de un gobierno debería ser, si se aspira al equilibrio y la objetividad, un ejercicio que incluya al menos dos ámbitos: el político propiamente dicho con todo lo que esto implica, y el de los resultados concretos, a la luz de lo prometido en la campaña electoral. En el caso del actual Gobierno, se ha puesto un marcado énfasis en la evaluación y análisis de lo primero, y se ha sistemáticamente ignorado lo segundo. Al respecto quisiera aportar algunos datos que podrían ser relevantes para un balanceado ejercicio de análisis de la actual gestión.

Los datos que voy a citar como prueba de lo que se ha venido avanzando, son los mismos que se han utilizado en otras ocasiones para criticar la gestión de este y otros gobiernos. El mismo rigor, corrección y objetividad tienen ahora que exhiben un comportamiento positivo, que el que tenían cuando mostraban una situación diferente.

Los mismos datos del Organismo de Investigación Judicial que en el pasado nos reflejaban una situación crítica en materia de seguridad, son los que ahora nos indican una disminución del 17% en la tasa de homicidios entre el año 2011 y 2012, y que la tasa de asaltos a viviendas y de robo de vehículos se ha reducido en un 10,6% y un 15% respectivamente.

Los mismos datos de la Encuesta Nacional de Hogares que nos mostraron una alza sostenida en el porcentaje de hogares pobres en los últimos 5 años, son los que ahora muestran que en el 2012 la tasa exhibió un comportamiento diferente, disminuyendo un 1%.

Los mismos datos del Banco Central de Costa Rica que decían que en el 2008 el Producto Interno Bruto se había contraído en un 1,3%, son los que nos dicen que el crecimiento económico el año pasado alcanzó un 5.1%, el más alto de los últimos 5 años. Son los mismos datos que apenas hace un año nos mostraban tasas de interés rondando el 11%, los que hoy nos muestran la misma tasa en 6,65%. Y todo esto con una tasa de inflación que es de las mas bajas en los últimos 40 años.

Los mismos datos de la Encuesta Continua de Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) que hace poco mas de un año reflejaban una tasa de desempleo cercana al 11%, son los que ahora muestran una disminución de un 1,1%, después de una creación de empleo de 172,000 puestos de trabajo en los últimos 24 meses. Es esa misma encuesta la que muestra que miles y miles de costarricenses, estimulados por la perspectiva positiva de encontrar trabajo, se incorporaron a la fuerza de trabajo a una tasa que triplica la del crecimiento de la población.

Todos los datos utilizados tiene un fundamento. No es trata de una invención ni de una Costa Rica inexistente. La constante de quienes disputan la veracidad de estos datos es acudir a lo anecdótico o a simplemente desconocerlos mediante un lapidario pero infundado “eso no es cierto”. Si esos indicadores no son ciertos o “no reflejan la realidad”, habría que valorar seriamente cerrar las instituciones que los producen. Si decidimos que la intuición o visiones parciales o interesadas de la realidad tienen un valor superior a esos datos construidos con rigor y objetividad, nunca podremos tener una adecuada y –por qué no decirlo-, justa, evaluación de las políticas públicas.

Como lo mencioné al inicio, valorar la acción de un gobierno es un ejercicio integral. Hay algunos que parecen estar interesados en centrar la evaluación del gobierno de la Presidenta Chinchilla exclusivamente en algunos aspectos. Y no es que estos ámbitos no sean importantes, pero tampoco se puede negar la realidad de los números. Y estos números nos muestran que en el año 2012, se propició el círculo virtuoso al que aspira todo gobierno: un crecimiento económico que generó empleo, lo que resultó en un aumento del ingreso familiar promedio (en un 6,9%, por encima de la inflación) y una disminución de la pobreza. Esa es la realidad irrefutable de los números.

Números que nos indican que, en el último año, miles de mujeres se incorporaron a la fuerza de trabajo, muchas de ellas aprovechando la oportunidad que les da una red de cuido que ahora alberga a 29,000 niños y a 10,000 adultos mayores. Que confirman el esfuerzo que ha venido haciendo el Gobierno para revitalizar la infraestructura nacional, con proyectos en marcha como la carretera a San Carlos, la ampliación de la ruta entre Liberia y Cañas, la carretera Chilamate-Vuelta de Kopper, la recién iniciada 27 de Abril-Villareal, así como las decenas de intervenciones en la red vial cantonal que las municipalidades ejecutan con el apoyo de un préstamo de $200 millones del BID.

La realidad ineludible de los números nos muestra que hoy hay 22,000 nuevos técnicos egresados del INA, 90 nuevos programas de educación técnica que abrió el MEP en estos tres años y que permitieron que 22,000 jóvenes mas pudieran elegir esta opción educativa. Que 8,000 jóvenes que no estudian y no tienen empleo, se beneficien de EMPLEATE, en ruta a incorporarse a la fuerza de trabajo, o que 380.000 estudiantes reciban becas de FONABE o Avancemos. O que nuestras exportaciones crezcan a tasas inusitadas en un mundo que apenas se recupera de la crisis económica y financiera del 2008-2009. O que, pese a la visión de algunos que no hay nada bueno en este país, inversionistas internacionales sigan trayendo miles de millones de dólares, en una obcecada confirmación de nuestro buen nombre a nivel internacional, ratificado por la reciente visita de los Presidentes de la primera y segunda economías del mundo.

De datos así está llena la realidad costarricense del 2012. Todos con fundamento sólido. Refleja la acción de un Gobierno que ha venido paulatinamente cumpliendo lo que se le prometió a los costarricenses, que ha tenido claro su norte desde el primer día. Si a algunos no les gusta lo que muestran esos datos, o quieren invisibilizarlos para darle énfasis solo a otros aspectos, eso no es culpa de la Presidenta. La culpa es de la realidad, terca e inconmovible, que no cambia a voluntad de quienes quieren mostrarla de una manera parcial.

lunes, 3 de junio de 2013

Mi aclaración

Algunos amigos y amigas me han sugerido que escriba en el blog una aclaración sobre algunos conceptos que supuestamente emití en un conversatorio con estudiantes de la Escuela de Ciencias Políticas de la UCR un día de estos, y que alguien citó en Facebook. Después de pensarlo, he decidido hacer la siguiente aclaración:

No dije lo que dicen que dije en la forma que dicen que lo dije. Y eso es todo lo que voy a decir al respecto.

Y eso es lo que creo que debo hacer porque no quiero incurrir en lo que considero son errores de principio. Primero, porque si lo único que se requiere para aceptar como cierto algo es que aparezca en redes sociales, yo ya cumplí el requisito. Porque para alguna gente ese parece ser el caso ¿Vamos a empezar a concederle credibilidad incuestionable a cualquier cosa que se diga en una página de Facebook -en este caso una cita de algo que alguien oyó e interpretó de cierta manera-,  por el solo hecho de que se dice en una red social?. ¿Y eso además impone automáticamente a la persona aludida la obligación ineludible de aclarar, disculparse o morir en la hoguera?. ¿Entonces hay que aclarar cualquier cosa que se diga sin importar si es cierto o no, si está fundamentado o no, por el simple hecho de que alguien lo dice en una red social?. Yo por lo menos no lo creo.

Segundo, el de aceptar que debe responderse obligatoriamente cualquier opinión que se emita a partir de una cosa como esta, aun cuando no se haga el menor esfuerzo por ampliar la información original o indagar si existen elementos adicionales antes de condenar, etiquetar o simplemente insultar. Disparar primero y preguntar después parece ser el código de conducta de algunos en redes sociales. Se es culpable hasta que se demuestre -si eso es posible- lo contrario. Y mientras pasa mas tiempo, mas culpable se es. Reconozco que algunos explícitamente se abstuvieron de sumarse a la turba de linchamiento. A ellos les agradezco su mesura y les ofrezco que si quieren saber qué fue lo que pasó me  manden un correo para contarles de vuelta qué era de lo que hablábamos en ese conversatorio de una hora y media con estudiantes de Ciencias Políticas de la UCR. A los demás, a los que asumieron todo como cierto sin preguntarse nada me imagino que nos les interesa.

Tercero, y esto lo he dicho muchas veces, el de aceptar que las redes sociales tienen un monopolio especial de la representación democrática o un valor social superior a otras formas de ciudadanía. Eso es lo que parecen creer algunas personas que consideran que cualquier cosa que se diga por acá debe ser rebatida o aclarada sin importar la veracidad o rigor de lo que se dice, pues de lo contrario se exhibe una inclinación antidemocrática y/o elitista. Nada más alejado de la realidad: las redes sociales no son representativas, lo he dicho muchas veces y lo mantengo. Y antes de que algunos se rasguen las vestiduras no digo que no sean importantes. Pero no lo son tanto como algunos creen que son (o quisieran que fueran), ni reflejan el sentir del país. A ratos mas bien parece exactamente lo contrario.

Así que sobre lo que se me atribuye que dije solo voy a decir esto: no dije lo que se dice que dije. Debería ser suficiente, así como fue suficiente que alguien lo dijera en otro lugar, para que se diera por cierto. A menos por supuesto, que no quiera creerlo. Pero esa es otra historia.