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miércoles, 29 de octubre de 2014

Una mejor oposición sería un gran cambio

Algunos meses después de dejar la Presidencia de Brasil, le pidieron a Fernando Henrique Cardoso su opinión sobre algunas medidas que había tomado el gobierno del PT, encabezado por el entonces Presidente Lula. "Están haciendo lo que había que hacer, que es lo que hacíamos nosotros", contestó el expresidente brasileño. "La única diferencia es que no los tienen a ellos de oposición".

Gobernar es un ejercicio complejo. Para muchos, esto no es mas que una excusa. Pero muchos de los que piensan así, casi que me atrevería a decir que todos, nunca han estado en gobierno. Desde esa ignorancia es fácil sostener ciertas posiciones. Pero una vez que se tiene la manija del poder político, las cosas cambian radicalmente. Ya lo dijo el presidente Solís: "no es lo misma verla venir que bailar con ella". Peor aun si no se sabe bailar, o se baila mal.

El conflicto en torno al contrato de concesión para la construcción de una terminal de contenedores en Moín, es un ejemplo perfecto de lo que menciona FHC. Muchos de los que hoy en el Gobierno defienden a capa y espada "la legalidad" y "el clima de inversión", se oponían exaltados a la "entrega de  la soberanía", exigían diálogos "amplios y patrióticos", y prometían en sus propuestas electorales, -como lo hizo el PAC-, "la renegociación de los contratos de concesión de puertos". Activistas de izquierda, ambientalistas y hasta exdiputadas que se oponían a la TCM, son ahora adalides del libre comercio, la competitividad y la eficiencia en los puertos. Empezamos a oír a conspicuos miembros de la "sociedad civil" a utilizar razonamientos basados en el Doing Business y los informes de competitividad global del Banco Mundial y la OCDE, como argumentos para impulsar el desarrollo (aunque hay que decir que esta vena capitalista de algunos de esos izquierdistas con bolsillo de derecha se empezó a manifestar en la piñata que fue la campaña electoral del PAC, en donde algunos afortunados recibieron centenas de millones de colones). Los argumentos antes catalogados como "neoliberales" tienen una tonalidad particular en boca de los conversos.

Igual pasaba con "la crisis". En la campaña electoral se pintó un escenario de crisis, estábamos, según algunos, al borde del caos social. El país se caía a pedazos. Desde esta lógica, se imponía un cambio a toda costa. Y la campaña electoral giró sobre esa premisa, reforzada por el discurso apocalíptico de todos los partidos de oposición, y la desesperante ambigüedad del partido oficial. Pero pasados 6 meses de gobierno, el Ejecutivo "descubre" que el país no está mal. El mismísimo presidente, obligado ahora sí a promocionar al país para atraer inversión, se queja, aparentemente sorprendido, de esta percepción negativa de la situación del país. “Veo y siento en el extranjero mucho optimismo sobre inversión económica, regreso acá y veo todo un irónico pesimismo” expresó hace apenas unas semanas en redes sociales. Y lo reafirmó en una conferencia de prensa, tal como lo informaron los medios: “presidente Solís niega crisis y dice que “hay una actitud como si se estuviera acabando el mundo”". Siembra vientos...

Pero además, no ha habido, en lo esencial, ningún cambio en las políticas públicas que se habían venido ejecutando. Porque en el fondo, lo que se estaba haciendo era lo que se tenía que hacer. En política monetaria, en lo social, en salud, en educación y sobre todo en infraestructura, ámbito en el que pasarán los próximos cuatro años ejecutando proyectos que se dejaron listos, no hay "cambio". El único -para mal-, es en política fiscal, con lo que en la de menos el tan cacareado cambio terminará mas bien provocando un desmejoramiento de la situación del país. De tanto decir y querer hacernos creer que el país estaba en crisis, podrían terminar provocando, por impericia, una de verdad.

Todo esto es producto de, ahora sí, tener las riendas. No es ya imaginarse como será eso de gobernar y decir lo primero que uno cree que quiere oír la gente, es tener que hacerlo guardando los complejos balances que requiere conducir un país. Se dan cuenta, no les queda mas remedio, que la realidad es otra. Dentro de cuatro años, cuando posiblemente estén de nuevo en la llanura, tal vez, con un mejor conocimiento de lo que se trata esto, sean una oposición más responsable. Ya eso sería una gran ganancia para el país, y un cambio, ahora sí, verdaderamente valioso.


domingo, 12 de octubre de 2014

63 aniversario del PLN: es hora de actuar

El Partido Liberación Nacional llega a su 63 aniversario sin haber hecho un esfuerzo institucional, sistemático y riguroso, por entender los acontecimientos que derivaron en un resultado electoral que plasmó con toda crudeza el rechazo de la gente. La respuesta de las autoridades del partido, de las que se esperaba otra cosa en esas circunstancias, ha sido insuficiente y mal orientada. Se ha optado, con una gran ligereza, por explicaciones tradicionales de las que han derivado respuestas igualmente tradicionales. No hay, en nada de lo que se ha hecho, una señal clara de cambio. Tenemos que saber qué pasó para saber qué hay que hacer.

Miles de liberacionistas a lo largo y ancho del país, siguen esperando una señal que no llega de parte de su dirigencia, sin entender por qué se actúa como si nada hubiera pasado, y viendo con gran desazón -y no poca indignación-, como algunos comienzan desde ya a hablar de elecciones futuras. Si no se hace un ejercicio serio de comprensión de las razones políticas por las cuales el partido perdió la confianza de la gente, y se plantean las bases para un impostergable proceso de renovación que vaya mas allá de lo cosmético, será muy difícil que los liberacionistas salgan nuevamente a las calles enarbolando la bandera verdiblanca. Los militantes de base parecen entender, con mas claridad que la cúpula del Partido, que si se sigue actuando de la misma manera, de seguro cosecharemos los mismos resultados. Las promesas de victorias futuras como acicate al orgullo liberacionista, es una muestra evidente de una concepción de la acción política profundamente despegada de la realidad actual.

La dirigencia del PLN no ha hecho hasta hoy ninguno de los gestos políticos que se esperan cuando una partido político sufre una derrota de la magnitud de la debacle del 6 de abril. No se produjo la renuncia inmediata del Comité Ejecutivo, que era lo esperable. Pero además lo que se ha hecho es confuso y no parece tener objetivos claros. La solución que se planteó fue la conformación de  múltiples comisiones para reflexionar sobre diferentes tópicos, una medida que mas bien parece tomada para salir del paso y aplacar las críticas que otra cosa. En un entorno caracterizado por una ciudadanía mucho más crítica e informada, tratar de comprender el comportamiento político del ciudadano del siglo XXI utilizando razonamientos del siglo XX, es muestra de un desfase político y, sobre todo, mental, cuya superación es requisito para devolverle a los liberacionistas la esperanza de un resurgimiento del partido que transformó a Costa Rica.

De que hagamos ese esfuerzo mucho mayor para entender qué cambió y cuando, cómo nos hemos venido separando de la gente y qué tenemos que cambiar como requisito ineludible para definir una ruta hacia la revitalización del partido que Costa Rica necesita, dependerá que el liberacionismo pueda tener razones para salir a apoyar a un PLN que vuelva a ser una opción legítima para propiciar los cambios que el país necesita. La experiencia histórica muestra que el PLN es el partido político con la vocación, las ideas y la gente que se requiere. Pero si seguimos actuando como si nada hubiera pasado, las banderas seguirán guardadas, recogiendo el polvo del desánimo, del escepticismo y del olvido.