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jueves, 12 de enero de 2012

Todos los que no piensan como yo son unos...

Por supuesto que no voy a terminar esa frase. Primero porque nunca he creido que se pueda generalizar, la realidad siempre es tan compleja que no admite simplificaciones como las implícitas en una generalización. Pero además, y sobre todo, porque tengo un cargo que me impone ciertos estándares de conducta. Uno de ellos es cuidar lo que digo y dónde lo digo.

En general, en la vida tenemos responsabilidades que definen de alguna manera la forma en que debemos llevar nuestras cosas en diferentes etapas, tanto en el campo profesional como en el personal. Y por eso he visto con alguna preocupación como algunos comunicadores/analistas suelen expresarse en redes sociales de manera que considero inapropiada para quienes que tienen una obligación de objetividad ante la ciudadanía. Una cosa es el cuestionamiento de las políticas públicas y su ejecución, así como la valoración de la actuación de los responsables de su implementación; otra la generalización y los juicios de valor que en muchos casos denota un desconocimiento de la realidad política e institucional de nuestro país. Por supuesto que todos tenemos derecho a tener una opinión, pero quienes tenemos responsabilidades públicas (y los comunicadores/analistas las tienen), debemos procurar no solo ser mesurados y rigurosos, sino evitar caer en la generalización fácil, la chota, y en expresiones que puedan ser irrespetuosas o que puedan afectar nuestras relaciones profesionales y nuestra credibilidad.

Respeto, mesura, rigor y discreción no están en contradicción con acuciosidad, independencia de criterio y sentido crítico.

1 comentario:

Roy Jiménez Oreamuno dijo...

La lección es clara, pero no la entienden todos: moderación y sentido plural.