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martes, 3 de julio de 2018

Estafa telefónica o al mejor mono se le cae el zapote

Pues hoy me convertí en una de esas personas que en el pasado me provocaban una gran incredulidad. ¿Cómo es que alguien proporciona información sobre sus cuentas bancarias por teléfono?. Eso a mí JAMÁS me pasaría, pensaba cuando leía estas noticias. Hoy me tuve que tragar mis palabras.

Lo tienen bien montado. La persona que me llamó citó articulos de ley, mencionó a la SUGEF y me aseguró que no me pediría claves ni nada por el estilo. Tenía todos mis datos personales, cédula, dirección, teléfonos, profesión, correos electrónicos. El motivo de la llamada era el cambio del número de cuenta cliente a IBAN de una cuenta que tengo en el Banco Nacional.

A la persona que me llamó le expresé dudas tanto sobre el proceso mismo como de la información misma que me iba a pedir, por lo que me ofreció transferirme con su “supervisor”. Y ahí fue donde me dieron el golpe de gracia. Me pusieron en espera, oyendo la misma grabación que se oye cuando uno llama al Banco Nacional. Incluso me hicieron esperar unos minutos, porque “todos nuestros agentes están ocupados en este momento”. De veras que me debo estar haciendo viejo.

El “supervisor” inició disculpándose por el procedimiento y poco a poco me fue pidiendo datos para poder cambiar mi clave de acceso a la cuenta (sin que yo supiera que era para eso). Confieso que en cierto momento dudé de lo que estaba haciendo. Pero entre la grabación del Banco y los correos que recibí del servicio de mensajería institucional (parte del proceso del cambio de clave en el que yo estaba colaborando ingenuamente), me confié y terminé dando mas información de la que nunca creí fuera capaz de dar por teléfono.

Después me enteré de que además de sacar plata de la cuenta -si la hay-, lo que quiere esta gente es utilizar la cuenta como “mula” para hacer transferencias a cajeros, de recursos que provienen de cuentas en donde si encontraron plata. Así entonces hicieron depósitos a mi cuenta y de ahí transfirieron a un cajero en Nicaragua, $576 que alguien debe estar descubriendo le desaparecieron de la cuenta.

Afortunadamente, el daño no fue mayor por ser una cuenta que no utilizo mas que para pagar un préstamo (que ya había pagado este mes). Ahora sé que a otras personas les ha ido muy mal en el pasado. Por eso decidí compartir con ustedes lo que pasó, y no terminen siendo embaucados como lo fui yo. 

lunes, 21 de mayo de 2018

Salarios en el sector público: mas allá de los números

Twitter: @robertogallardo

En algún otro momento lo había mencionado y es importante reiterarlo en este momento: el tema de los salarios en el sector público no es solo un asunto de números, sino que tiene un componente ético ineludible. Hay un deber ser en este tema. Y quienes trabajamos en el sector público no podemos pretender que el resto de la sociedad no tenga algo que decir sobre el tema. Después de todo, pagan una buena parte de nuestros salarios.

En este momento en que se discute una reforma fiscal, es oportuno hacer algunas reflexiones y sugerencias. A estas alturas, nadie creerá, salvo los sectores mas reaccionarios y conservadores de los añejos sindicatos del sector público, que es posible una reforma fiscal sostenible sin adoptar medidas que restrinjan el crecimiento del gasto público. Si no se hace así, aun cuando se aumenten los ingresos mediante una combinación de ampliar la base tributaria y subir impuestos, en unos años estaremos en una situación similar a la actual.

La solución permanente al tema de los salarios públicos es la de establecer un sistema de salario único en todo el sector público (salvo en las instituciones en competencia). Esto permitiría varias cosas. Primero, homologar lo que se paga en todo el sector público, de manera que no se den las odiosas diferencias que existen actualmente. Segundo, permitiría ofrecer salarios de entrada mas altos, lo que contribuiría a la atracción de profesionales jóvenes. Actualmente los salarios de ingreso al sector público tienden a ser muy bajos, dada la proporción de recursos presupuestarios que hay que destinar al pago de incentivos de los funcionarios que tienen mas tiempo de laborar en la institución.

En este punto vale la pena comentar un argumento que se ha utilizado para justificar el sistema de incentivos en el sector público. Estos, se dice, permiten retener el talento, el que, después de años de formación y acumulación de experiencia en el sector público, se convierte en un objetivo para los reclutadores del sector privado. Esto es así, pero existen algunas políticas que se pueden adoptar para prevenir esto. Por ejemplo, que quienes reciban capacitación o actualización permanente financiada con fondos públicos, suscriban un convenio que los obligue a permanecer en sus instituciones por un plazo prudencial, que permita al estado beneficiarse de su inversión.


Por otra parte, dejar de trabajar en el sector público no es fácil. La estabilidad que brinda es un factor que pocas veces se considera, pero que es uno de gran importancia. Apostaría que los funcionarios tienen casa propia en una proporción superior a la de los trabajadores del sector privado, no solo por los niveles salariales, sino además por ser sujetos de crédito que cumplen con requisitos fundamentales para los bancos. Ese es un plus que tiene un valor incalculable, y que es un poderoso estímulo para hacer carrera en el sector público.

Pero un sistema de salario único solo puede aplicarse a los nuevos funcionarios. Aun cuando es un momento oportuno para hacerlo, dado que hasta la mitad de los trabajadores del sector público se pensionará en los próximos años, habría que hacer algo con los salarios actuales. No se trata de disminuirlos, sino de moderar su tasa de crecimiento, tomando en cuenta además que la transición a un sistema como el mencionado anteriormente, tendrá un impacto importante sobre las finanzas públicas en sus primeros años.

Por ejemplo, podría plantearse un límite al porcentaje total que se recibe por concepto de anualidades. A como está definido ahora el incentivo, no existe ningún techo, y se puede terminar recibiendo un monto por anualidades que es superior al del salario base. Esta medida no impacta el nivel de ingresos actuales, y establece una criterio de racionalización para moderar el crecimiento del gasto en este rubro.

Para quienes actualmente sobrepasen el porcentaje que se defina como máximo, se puede crear una tasa especial, tal y como se hizo con las pensiones de privilegio, de manera que haya un contribución solidaria de quienes tenemos ya muchos años de trabajar en una institución pública, y que, por lo tanto, afectará sobre todo a las personas de mas altos ingresos.

La última medida que se puede adoptar tiene que ver con el aguinaldo y el denominado salario escolar. No existe una razón de peso, desde el punto de vista ético, para justificar que ambos estén exonerados del pago de impuesto sobre la renta. Y no hay un impuesto mas progresivo que este. Quienes tengan aguinaldo y salario escolar bajo, no pagarán impuestos. Y quienes recibimos salarios mas altos, pagaremos proporcionalmente. Entiendo por supuesto que esta es una medida polémica, pero en la discusión de lo que tenemos que hacer para tener finanzas públicas sanas sostenibles, no puede dejarse ningún tema por fuera.

Reitero lo que dije al principio. Los salarios del sector público son, por su naturaleza, diferentes al resto de los salarios de la sociedad. Tienen un componente ético que no puede ser ignorado. Mas allá  de los fríos números, el debate sobre este tema debe incluir nociones de justicia, coherencia con el entorno social y económico, y el sacrificio que nosotros, los funcionarios, debemos liderar con nuestro ejemplo.

viernes, 19 de enero de 2018

Momento para la mesura

Twitter: @robertogallardo

Habló la Corte, el tema está resuelto. La aplicación del pronunciamiento es inevitable. Todos lo saben, incluso los que ahora dicen públicamente que es posible evitar su vigencia plena. Tomará mas o menos tiempo, pero la cuestión está definitivamente zanjada. Es claro que para un sector importante de la población, esta nueva realidad es difícil de aceptar. Tomará tiempo, e incluso para algunos nunca será aceptable. Los mas activistas incluso tratarán de detener, o al menos retrasar, lo inevitable. Pero todo será en vano.

Ante este panorama, el sector LGBTQI debe asumir este triunfo histórico con una gran serenidad. Con alegría, pero con una inteligente mesura. La amargura de una injusticia sufrida durante tanto tiempo debe ser superada, por mas duro que resulte. No es momento para regodearse con la derrota de nadie, de restregarle el fallo en la cara a nadie. Después de todo, como lo bien lo expresa el hashtag #LoveWins, este es un triunfo del amor sobre la discriminación, la exclusión y el odio.

Porque en esta coyuntura no se puede actuar sin medir las consecuencias. Exacerbar a los sectores mas conservadores con manifestaciones dirigidas a atacar la fe de la gente, es un error táctico que solo puede resultar en obstáculos aun mayores. Ya tenemos una consecuencia: el fortalecimiento de opciones electorales que sin duda usarán su creciente poder político para intentar atrasarlo todo. Si se sigue atacando las creencias, en vez de centrarse en la batalla legal y política que viene, se va a seguir alimentando el crecimiento de quienes no dudarán en presionar a Zapote con una mayor cantidad de diputados en la Asamblea Legislativa.

La guerra se ganó. Quedan algunas otras batallas, pero el paso ya está dado. Es hora de estar a la altura del cambio logrado. Es hora de ver hacia adelante y aceptar que el triunfo en la Corte no será completo si no se asume desde la tolerancia hacia la diversidad de pensamiento. Así como ahora algunos sectores deben aceptar una realidad legal, el sector LGBTQI debe aceptar que si el cambio legal fue difícil, mas lo será el cambio cultural. Pero se puede acometer ese esfuerzo con la certeza de que el proceso ya inició y es irreversible.