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domingo, 25 de septiembre de 2016

El gobierno retratado


La cadena de acontecimientos desatados por el retiro de la delegación costarricense, encabezada por el presidente y el canciller, para no escuchar el discurso del Presidente de Brasil, confirma las características de un gobierno desarticulado en donde no parece haber ningún tipo comunicación interna, producto, entre otras razones, por la ausencia de liderazgo político de la Casa Presidencial.

La reacción inicial del gobierno mismo, aparentemente cogido por sorpresa por un “gesto” que parece haber sido fraguado al calor del momento, es ya bastante indicativa. El comunicado inicial de Cancillería, titulado ampulosamente como “Declaración Oficial sobre decisión de no escuchar mensaje de Michel Temer en Naciones Unidas” -como mencionó alguien en redes sociales-, parecía haber sido redactado desde un teléfono en el mismo momento que se hacía abandono de la sala.  Justifica la salida como  producto de nuestras dudas que, “ante ciertas actitudes y actuaciones, se quiera aleccionar sobre prácticas democráticas”, una de las frases más enigmáticas de la historia de la política exterior costarricense. Acto seguido, sin embargo, sugiere que el retiro fue casual, pues “no es inusual que todos los Jefes de Estado o de Gobierno no escuchen todos los discursos de sus homólogos”. Pero no puede ser las dos cosas: o es un acto de protesta, o es una salida dentro de la práctica cotidiana. Parece una redacción tensada por la disyuntiva de confirmar la protesta, o atenuar el impacto de una evento que tomó a todo mundo desprevenido.

El canciller González, posiblemente avergonzado por este texto ambiguo, mal escrito y para nada esclarecedor ( y en cuya redacción, según el ministro de Comunicación, participaron la cancillería, la embajada costarricense ante la ONU y la Casa Presidencial, convirtiéndolo posiblemente en los 887 caracteres mas caros que se hayan escrito), decidió acudir a Facebook para exponer su versión de los hechos. El canciller no parece manejar bien la crítica, y no es la primera vez que reacciona de una manera inadecuada a señalamientos que se le hacen respecto al manejo de su cartera, y eso se refleja de inmediato en su escrito, al llamar “opinólogos” a quienes manifestaban su malestar con lo actuado por la delegación costarricense.  No es el tono con el que un servidor público debe rebatir las críticas a su gestión. Veremos cuál es el tono que emplea en su comparecencia ante la Asamblea Legislativa.

El texto en Facebook del canciller deja sin respuesta algunas interrogantes importantes. Primero, saber con certeza si lo que se hizo es una protesta, o es unas salida casual. Segundo, cuál es el razonamiento que sustenta esta actitud ante el gobierno de Brasil y su Presidente, porque no parece haber sido el producto de un proceso de análisis, sino mas bien de una ocurrencia del momento.

Y esto se evidencia en los intentos que el gobierno ha venido haciendo para caracterizar lo actuado. Primero, se quiso presentar como resultado de “dudas” y la intención de “aleccionar sobre prácticas democráticas”; luego, como lo dijera el ministro de Comunicación en varios programas de opinión radiales, se habló de una “preocupación por los hechos posteriores” al proceso de destitución. Pero mientras tanto, el jefe de despacho de la Presidencia de la República, asegura en su Facebook que la decisión del presidente “se efectuó en rechazo del proceso oscuro que culminó con la destitución de Dilma Roussef”. Finalmente, el mismo presidente Solís habla de “mandar un mensaje y hacer un llamado de atención”. Un acto sin duda polisémico, un legítimo cuatro en uno.

Ante este panorama, es razonable suponer que lo que se hizo fue mas una reacción espontánea, que el resultado de una posición madurada de política exterior. No se tenía ninguna señal de que esto iba a pasar. Aunque los elementos parecían estar ahí: así lo consigna el periodista Gilberto Lopes en su Facebook, cuando asegura que el presidente Solís le manifestó que lo sucedido en Brasil había sido “un golpe”. Tal vez esta conversación rondaba la cabeza de Solís cuando decidió levantarse para expresar las dudas/preocupaciones/el rechazo del proceso oscuro/o el envío del mensaje.

Es evidente además que no se valoraron las consecuencias que podía tener  este retiro de la sala de la Asamblea General. Una de las mas graves es que Costa Rica, sea cierto o no, es vista actuando en tándem con los países del ALBA. El canciller y el presidente pueden hablar de una “decisión soberana e individual”, pero no es así como se perciben las cosas en el contexto internacional. Después por supuesto, están las repercusiones en nuestras relaciones con Brasil, las que en un primer momento fueron minimizadas por el presidente, aunque después de que la Cancillería brasileña llamara a cuentas al embajador costarricense en Brasil (uno puede imaginar el rato amargo que debe haber pasado el embajador al ver con gran sorpresa el abandono de la delegación tica), tuvo que admitir que las relaciones diplomáticas con ese país se habían “tensado”.

En solo unos días el país ha tenido nuevamente una muestra del estilo de gobierno que ha caracterizado la administración Solís. Es mas o menos lo que ha venido pasando en estos dos años y cuatro meses. Y posiblemente lo que seguiremos viendo en los restantes 20 meses.

Twitter: @robertogallardo
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lunes, 19 de septiembre de 2016

Gracias, don Oscar

No es casual que una decisión como la que tenía que tomar Oscar Arias tuviera en vilo a la nación política costarricense durante tanto tiempo. Hablamos de quien posiblemente sea la persona que más ha gravitado en la política nacional en los últimos 30 años. Del mas intelectual de los políticos, y el más político de los intelectuales, en palabras de Rodolfo Cerdas. El personaje costarricense de mayor proyección internacional de la historia, una de las 98 personas que han recibido el premio Nobel de la Paz desde 1901. Dos veces Presidente y el político costarricense mejor calificado de las últimas décadas. No es de extrañar que su anuncio haya generado tal expectativa.

¿Y qué fue lo que hizo de Oscar Arias ese político mejor valorado del siglo XXI? Por supuesto que se trata de un conjunto de factores, pero uno de los mas importantes es sin duda uno de los mas escasos actualmente: la confianza. La gente podía pensar muchas cosas sobre su personalidad, simpatizar o no con él personalmente, criticar sus formas percibidas como impacientes y arrogantes, pero cuando don Oscar le hablaba al país, la gente ponía atención.

Y lo hacían porque, estuvieran de acuerdo o no con lo que les decían, tenían la certeza de que les hablaban con la verdad. Así fue como don Oscar logró la aprobación del TLC con Estados Unidos, cuando decidió asumir él personalmente, en un acto de coraje político que solo puede venir de una profunda claridad de propósitos, el peso de la campaña del “Sí”, empujando un resultado que constituyó un hito histórico para el país.

Pero su decisión de no participar en el proceso electoral  era esperable para quienes saben que don Oscar es una persona consistente. Su convicción de que hay que abrirle espacio a nuevos liderazgos no es nueva. Fue él quien designó a doña Victoria Garrón como primera mujer vicepresidente de nuestro país. También fue don Oscar el que impulsó a la primera mujer a la Presidencia de la Asamblea Legislativa, así como a la primera mujer Presidenta de la República. Don Oscar siempre ha creido en la renovación, y no ha sido una creencia de la boca para afuera, sino que la ha practicado a lo largo de su trayectoria política. Hasta en los pequeños detalles, como el de nombrar en el 2007 a un modesto politólogo de la UCR como su Ministro de Planificación, pese a que ni siquiera había votado por él.

Otra de las razones mencionadas tiene que ver con la ingobernabilidad. Para alguien que concibe la política como la oportunidad de hacer cambios –no de prometer cambio para llegar al poder y luego no hacer nada-,  el panorama de la Costa Rica política del 2016 tiene que resultar desalentador, sobre todo para una persona que forjó, contra viento y marea,  un acuerdo de paz que acalló las armas en Centroamérica, y que concretó la última gran reforma que adoptó este país, como lo fue la aprobación del TLC con EEUU. Pensar en el poder de esta forma, propio de un estadista, resulta incompatible con la pequeñez mental de grupos minoritarios que desafortunadamente están teniendo un peso desproporcionado en la vida política nacional.  Hipotecar una brillante trayectoria política de 50 años en estas circunstancias habría sido muy injusto.

Quienes lo apreciamos y admiramos esperamos su decisión con sentimientos encontrados. Por un lado, sentíamos que era absolutamente innecesario que don Oscar se expusiera a la maledicencia absurda de los enemigos de siempre, que ahora con el megáfono de las redes sociales pueden hacer aun más daño. Pero por otro lado, sobre todo quienes servimos con él en el gobierno, estábamos convencidos de que con su liderazgo sería posible hacer muchos de los cambios que el país necesita. Que con su claridad y convicción se podría poner a Costa Rica a caminar de nuevo, tal y como lo hizo en el 2006, después de un gobierno muy parecido al actual.

Pero, una vez mas, confiaremos en su criterio y comenzaremos a buscar los nuevos liderazgos que él, con su inconmensurable optimismo en la democracia y su capacidad de renovarse, nos asegura que están ahí. Y no solo lo dice: con su retiro de la contienda los facilita, como lo hizo en el pasado, y como está convencido que debe hacerse ahora.

Don Oscar dice que no se retira y seguirá opinando sobre temas relevantes, así como que seguirá luchando por impulsar sus ideas, las que de paso sirvieron para modernizar el pensamiento del Partido Liberación Nacional. A diferencia de la decisión de participar o no en la contienda electoral, la de mantenerse activo no es una que pueda tomar por sí solo: el país no puede privarse de su pensamiento lúcido, profundamente democrático, lleno de esperanza y optimismo por un futuro mejor.

Pero en este momento en que don Oscar decide entregar la estafeta, en una acto más de consecuencia y honestidad política, no queda mas que agradecerle su entrega, su sacrifico, su ejemplo y su lucidez.  Esta trayectoria brillante, como lo dijera él mismo en su discurso del 1 de mayo del 2010, lo llevó  “…al lugar más hermoso que jamás haya visto: al corazón del pueblo de Costa Rica. Ahí construí mi casa. Ahí planté los rosales de mi espíritu. Y cuando me vaya de la Presidencia, no me iré de ese rincón del Paraíso. Siempre estaré con ustedes, como presencia o como recuerdo, y seré eternamente el servidor de este pueblo al que tanto quiero”.

Muchas gracias, don Oscar.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Vienen las encuestas

Los acontecimientos de los últimos días parecen dejar claro que ya arrancó el ciclo electoral en  nuestro país. Es un acontecimiento esperado, aunque, en este caso, bastante prematuro, pero explicable, dada la virtual desaparición del actual gobierno del escenario político nacional (“el gobierno ya cumplió con su parte”, dijo Solís el pasado 2 de mayo en la Asamblea, en un discurso con múltiples referencias al final de su gobierno, pese a haber llegado apenas a la mitad de su período).

Y con la contienda electoral, entre otras cosas, reaparecen las encuestas. Parece ser un buen momento para hacer algunas reflexiones sobre este tema, por las implicaciones que tiene  para la democracia costarricense.


Pese a lo que pudiera creerse, el verdadero valor de las encuestas se encuentra en la identificación de tendencias, mas que en lo que se ha denominado la fotografía del momento.  Lo que nos muestra una encuesta en un momento dado es provisional, sujeto a confirmación en el tiempo.

Pero, enfrentadas a una cultura política en transformación, con una ciudadanía extremadamente reservada para expresar sus opiniones, sobre todo en cuanto a temas políticos se refiere, las encuestas han venido teniendo problemas para recoger información que permita revelar esas tendencias.
Lo anterior es particularmente cierto respecto a intención de voto. Las elecciones parlamentarias en España y Gran Bretaña, así como el “Brexit”, tuvieron resultados que, aunque las empresas encuestadoras hayan querido explicar, fueron, en el mejor de los casos, sorpresivos.

Pero no debemos ir lejos. Aquí en nuestro país las encuestas anduvieron dando palos de ciego, hasta que el aluvión del PAC prácticamente se había materializado. Todo esto podría ser solo una preocupación académica sobre un instrumento que ha sido fundamental en la investigación social, si no fuera porque en Costa Rica el cuestionamiento de la validez de las encuestas tiene otras connotaciones, que agregan una dimensión adicional al tema.

El primero tiene que ver con la confianza, ese valor cada vez mas escaso en la democracia costarricense. Los errores en las encuestas no son vistos como una limitación metodológica en un momento de transición en la cultura política, sino como parte de un esquema de manipulación mas vasto, del que las encuestas son parte. El error, se concluye, no es involuntario, es un intento de engañar a la gente, mostrando resultados que desalientan a algunos y estimulan a otros.

Para enfrentar esto, hay que establecer algunos principios básicos. Además de tener como requisito la inscripción previa de la empresa o institución encuestadora en el Tribunal Supremo de Elecciones, se debe solicitar a estas empresas e instituciones que al publicar los resultados de una encuesta, pongan a disposición del público toda la información técnica y metodológica correspondiente, así como la base de datos resultante.

Esto último es claramente polémico: quienes pagan la encuesta van a querer tener exclusividad de los resultados, pero el momento de desconfianza ciudadana exige sacrificios inéditos: preocuparse ahora por la propiedad de una cosa de tan poco valor, podría terminar siendo una preocupación por cosas realmente valiosas en el futuro.

El otro ámbito que deber ser valorado, es el de la utilización de las encuestas como parámetro para determinar los niveles de financiamiento de las campañas electorales. Basados en la intención de voto que se muestra en las encuestas, los bancos determinan cuanto “le prestan” a los partidos en las campañas, y el ritmo de los desembolsos.  Es válido preguntarse si con las limitaciones que muestran las encuestas, este sigue siendo un mecanismo válido para algo tan delicado.

Ya no se trata solo del riesgo que puede representar para los bancos prestar plata de esta manera, sino además de las distorsiones que el financiamiento basado en encuestas puede introducir en los procesos electorales, reforzando o debilitando las posibilidades de algunos partidos, como resultado de un panorama electoral incierto reflejado de manera inexacta.

Este es el momento propicio, antes de que se caliente mas el ambiente electoral, para adoptar las medidas necesarias para situar en una perspectiva correcta un instrumento que ha adquirido una relevancia que no puede ser ignorada en las democracias contemporáneas.



Twitter: @robertogallardo

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En el episodio 36 de Cafe Futbol CR, Alvaro, Alberto y Leo comentan sobre el inicio de la hexagonal rumbo a Rusia 2018.