Conozco a Alberto Cortés, Director del Consejo Universitario de la UCR, ahora que lo pienso, desde hace más de 15 años, lo que no es poca cosa. Casi nunca hemos estado de acuerdo en la mayoría de los temas, pero estoy casi seguro que no ha habido una sola vez en la que nuestras discrepancias hayan terminado en alguna discusión altisonante. Mas bien nos hemos enfrascado en debates llenos de humor y fisga, en donde es normal que terminemos riéndonos de alguna cosa que finalmente no tenía nada que ver con la discusión original.
Recuerdo que unos días antes del referéndum sobre el TLC participamos en un debate sobre el papel de la prensa en ese proceso, y lo que algunos imaginaron iba a ser un acalorado intercambio terminó siendo un conversatorio en donde para la sorpresa de muchos Alberto y yo coincidimos en poco y discrepamos en mucho, pero en un marco de respeto que sospecho debe haber decepcionado a buena parte de los asistentes.
Esto ha sido posible porque ambos hemos entendido que nuestras diferencias, aunque grandes, son honestas. En el libro "Conversación en La Catedral" de Mario Vargas Llosa, Zavalita, el personaje principal, se lamenta no tener la convicción que sus camaradas de izquierda tienen en sus ideales, y que esto lo llene de dudas acerca de la sinceridad de su militancia. Alberto no tiene dudas y eso le ha permitido una vida de militancia honesta basada en una gran sensibilidad social y política. Y es por eso, porque no tiene dudas y se echa al agua, que a veces comete errores. Pero hay siempre un fundamento ético en lo que hace, y eso es algo que yo, que creo que está equivocado en muchas cosas, no puedo dejar de admirarle. Incluso en el caso de la fallida censura a Watson.
A Ana Lorena Brenes la conozco hace más tiempo. Lore -y me van a perdonar esta familiaridad que incluso no pude dejar de usar cuando nos reuníamos ella como Procuradora y yo como Ministro-, además de ser la esposa de uno de mis mejores amigos, es una profesional que a mí me angustia porque oyéndola hablar me doy cuenta que yo no conozco tanto -ni creo disfrutar tanto- de lo que hago como ella conoce y disfruta lo que hace. Pero además porque sin ser abogado me doy cuenta que lo que dice está fundamentado con una rigurosidad que solo es posible cuando de veras se sabe mucho de la materia de la que está hablando. Cinco minutos oyendo a Lore es suficiente para comprobar lo que digo.
Por todo esto me ha llamado la atención que haya gente que con una ligereza sorprendente esté pidiendo la renuncia de Ana Lorena a su cargo de Procuradora General de la República, porque, argumentan algunos, la decisión que tomó la PGR de apelar el fallo del Tribunal Contencioso Administrativo sobre el tema Crucitas se origina en llamadas telefónicas que Lore recibió. Quienes así piensan, estoy seguro, no se han tomado el trabajo de leer el recurso presentando por la Procuraduría, en donde encontrarán una argumentación sólida y producto de un análisis riguroso y objetivo.
Ana Lorena Brenes es una abogada sólida, honesta e íntegra. Si no estuviera convencida de que hay fundamento para hacerlo, nunca habría apelado el fallo de Crucitas. La prueba es precisamente la calidad del alegato que se presentó, y las razones que ella misma ha tratado de exponer, con su habitual seguridad, en medio del circo en el que ha derivado todo este tema. Valdría la pena bajar el tono y poner atención. Tal vez todos aprendamos algo