La convención del Partido Liberación Nacional
El Partido Liberación Nacional ha tenido una gravitación determinante en la vida política del país. No es aventurado afirmar que en los últimos 50 años el PLN ha sido el referente a partir del cual se han definido las otras fuerzas políticas en Costa Rica.
Aunque hace 7 años algunos analistas pronosticaban la muerte de esta agrupación, después de que por primera vez fuera derrotada en dos elecciones consecutivas, la victoria electoral del 2006, la buena imagen del Gobierno actual y la convención del pasado 7 de junio parecen confirmar que Liberación Nacional goza de buena salud, y se encuentra en un proceso de renovación que lo diferencia de otros grupos, los que aparentemente apostarán por sus liderazgos tradicionales para afrontar el próximo proceso electoral.
Esta preeminencia histórica ha significado también responsabilidades singulares. Mucho de lo que Costa Rica es actualmente está indeleblemente marcado por la impronta del partido de Figueres, Orlich, Oduber, Monge y Arias, tanto en lo positivo como en lo negativo. La institucionalidad social, económica y política del país ha sido en gran parte construida siguiendo el principio del mayor beneficio para los que menos tienen. Pero en muchos casos, sobre todo en el pasado, esta estructura fue construida sobre la base de prácticas políticas –clientelismo, mal manejo de recursos públicos, abuso de poder-, que derivaron en un gran escepticismo y desconfianza, que socava la cohesión social.
El reto de revertir la tendencia hacia la desigualdad que exhibe la sociedad costarricense en los últimos años –algunos hablan de la “centroamericanización” de Costa Rica-, es uno de los más importantes, no solo para Liberación Nacional, sino para todos los partidos políticos del país.
Pese a esto, una buena parte del electorado, lo dicen las encuestas y lo confirma una importante participación ciudadana en la convención del 7 de junio, sigue identificándose con lo que Liberación Nacional pretende representar. En el camino hacia la revitalización de la política y de la re-legitimación de la democracia, el PLN tiene una responsabilidad ineludible. De que sea capaz de asumir este reto depende no solo su propia vigencia, sino en mucho, el futuro de la democracia costarricense tal y como la conocemos hasta ahora.
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