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domingo, 6 de marzo de 2016

Tiene razón Joel y los retos para la democracia

Dos hechos que confluyen, en dos ámbitos distintos. Primero una entrevista que el periódico La Nación le hace a Joel Campbell valorando su paso por el futbol europeo; segundo, una cadena nacional de televisión en la que el gobierno anuncia, con bombos y platillos, ¡la reparación de un puente!.

La entrevista a Campbell revela a un muchacho que ha aprendido muchísimo en su tránsito de 5 años por el viejo continente. Y no solo en lo deportivo, sino además en lo personal, en su visión de vida y  sobre lo que debe hacer en un entorno de excelencia como el futbol europeo.  (Por cierto que en el ultimo episodio de Café Futbol CR, un podcast sobre futbol nacional producido por Alvaro Gallardo y Alberto Alfaro, los anfitriones analizan el futuro de Joel en el Arsenal, vale la pena oírlo)

Las referencias que hace a lo largo de la entrevista a la necesidad de ser fuerte mentalmente, de “trabajar tres veces más” como una forma de superar el venir de un país “pequeño y sin nombre”, denotan una madurez que solo es posible cuando se afrontan los retos con ambición, de alguna manera derrotando un rasgo que Joel señala como parte de la mentalidad costarricense: “los ticos tenemos una ley de que no podemos destacar en cosas grandes, nosotros como somos un país pequeño nos quedamos aspirando a lo pequeño”.

Pues bien, apenas unos días antes, el gobierno había anunciado, nada menos que en cadena nacional de televisión, que el denominado “puente de la platina” será reparado en un año. Un puente que, dice el presidente “se nos ha enredado”. Un símbolo, dicen algunos, de la ineficiencia estatal.

Pero finalmente, y pese a la tendencia nacional a otorgarle un peso desproporcionado a lo simbólico, se trata de un puente. Uno muy importante, el mas conocido del país, pero un puente al fin y al cabo. Por eso la cadena de televisión, el dramatismo que la impregna, el aire grandilocuente del acto,  la orden presidencial al ministro del MOPT, lanzada en tono vibrante y algo amenazador, salen sobrando. Uno entiende que el gobierno realmente está urgido de presentar algún logro para sustentar de alguna manera la enorme promesa del cambio, “la nueva era” de la que hablaba el presidente. Pero la reparación de un puente no parecería ser ese punto de quiebre.

Y aquí vale pena recordar las palabras de Joel: “los ticos tenemos una ley de que no podemos destacar en cosas grandes, nosotros como somos un país pequeño nos quedamos aspirando a lo pequeño’. El gobierno, en esa cadena de televisión, en ese acto que quiso ser superlativo, y terminó siendo desproporcionado,  terminó siendo un fiel reflejo de eso de lo que nos habla el numero 28 del Arsenal.

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¿Cómo resuelven las democracias los “empates” que ha tendido a generar en los últimos tiempo? O dicho de otra manera, ¿cómo vamos a manejar la incapacidad de generar mayorías que se ha vuelto recurrente en los sistemas políticos democráticos?

Las preguntas son de respuesta muy compleja, pero habría que hacer algunas distinciones importantes. En España por ejemplo, los electores decidieron repartir el poder de tal manera que no es posible formar un gobierno viable sin el concurso de al menos tres de los principales cuatro partidos, al menos que los rivales históricos, el PP y el PSOE, lograran un consenso improbable. Pero las diferencias ideológicas son marcadas y encontrar puntos de encuentro se hace muy difícil. El panorama apunta a que habrá nuevas elecciones en junio, lo que se percibe, como  corresponde a una democracia madura, como un fracaso. Pero, ¿qué pasaría si el resultado de esa elecciones es similar al de diciembre pasado? ¿Cómo lo resolverán los partidos políticos?

En Costa Rica la situación tiene matices más dramáticos. Al multipartidismo, resultado del desvanecimiento de los partidos tradicionales, se suma un reglamento legislativo –y en general una práctica política-, que parece premiar el disenso y castigar la construcción de mayorías. Ya no solo se trata de que haya minorías que  tengan mayor peso que cualquier mayoría, sino de la capacidad  de un solo diputado de paralizar un debate legislativo, dejando sin ningún valor al ejercicio de la construcción de acuerdos. En Costa Rica, algunas categorías básicos del juego democrático se encuentran cuestionados: acuerdos, conceptos, mayorías. De su recuperación depende que el sistema nuevamente sea efectivo.

Pero mas allá de los casos particulares, en el fondo somos testigos de los límites de la organización política para poder dar respuesta a una ciudadanía mas informada (y desinformada), con aspiraciones que van mas allá de las categorías básicas relacionadas con educación, salud, infraestructura, etc.. Y hay que encontrar respuestas, porque el apego a la democracia -hemos visto ya varios ejemplos-, no está escrito en piedra. Y cuando la gente está dispuesta a dar un salto al vacío, es muy difícil dar marcha atrás.

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