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domingo, 22 de mayo de 2016

La primera piedra y la ofensa de participar

El desvanecimiento paulatino del actual gobierno ha modificado los calendarios políticos en el país. De pronto, ni el 2016 ni el 2017 existen. Ahora toda la prospectiva política inicia en el 2018, de lo que se pueda hacer a partir del nuevo gobierno. Nadie parece lamentar el atraso que conlleva dar por perdidos cuatro años en el proceso de desarrollo de un país como el nuestro, pero la realidad es que la discusión política costarricense en las últimas semanas se ha centrado en lo que se debe hacer a partir del 2018, y no de lo que se pueda hacer en los restantes dos años que le quedan a este gobierno.

La idea que mas se ha discutido es la de conformar un gobierno de unidad nacional a partir del 2018. Ya desde el año pasado algunos grupos de diferentes partidos han venido discutiendo esta posibilidad. Y en las últimas semanas, el diputado Ottón Solís envió cartas a los presidentes de los partidos políticos de oposición, proponiendo formalmente un plan en esa dirección. Esto por cierto confirma que no solo la oposición tiró la toalla con el gobierno actual, sino incluso una buena parte del partido que llevó a Luis Guillermo Solís a la Presidencia.

Solís propone cinco temas sobre los que se construiría un acuerdo que oriente a un eventual gobierno de unidad nacional, Es innegable la importancia de los temas sugeridos, pero, y este es un error que se ha cometido ya en el pasado, queremos construir la catedral sin poner la primera piedra. Soñamos con llegar a la meta lejana sin dar el primer paso. Queremos resolver en tres o cuatro años problemas que vienen acumulándose desde hace treinta o cuarenta. Los costarricenses no tenemos la virtud de la constancia, pero ya es hora de que empecemos a creer nuevamente en la sabiduría de la gradualidad.

Nada de lo que se plantea será posible si no le devolvemos un nivel de certeza mínimo al proceso de formación de leyes en Costa Rica. Un proyecto de ley puede pasar décadas en la corriente legislativa, o su trámite puede ser paralizado indefinidamente por la acción de un solo diputado.  La mayoría, como elemento fundamental de la legitimidad democrática, ha dejado de ser válida en el Primer Poder de la República.

Así que cualquier acuerdo de unidad nacional debe incluir las reformas reglamentarias y legales necesarias para devolverle eficacia al trabajo legislativo. Es muy desafortunado que una reforma al reglamento interno de la Asamblea Legislativa no pueda ser materia de un referéndum a menos que 38 diputados así lo dispongan, porque este habría sido un mecanismo idóneo para superar el bloqueo al que los partidos minoritarios de seguro someterín a una iniciativa de este tipo.

Hay que dar ese primer paso. Como mínimo, los partidos políticos deberían comprometerse con un paquete muy puntual de reformas al reglamento legislativo. A ver si por fin ponemos la primera piedra de esa catedral con la que venimos soñando desde hace tiempo.

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Ya está el nuevo episodio de Café Fútbol. En este episodio Alvaro Gallardo, Alberto Alfaro y Leo Pandolfi comentan entre otros temas la salida de Jonathan McDonald de la Liga Deportiva Alajuelense, y  la convocatoria de la Copa América Centenario 2016 de la Seleccion Nacional De Costa Rica.
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Un director cinematográfico y cómico costarricense, dice sentirse ofendido por el rumor que lo sitúa como un posible candidato presidencial del Frente Amplio. Por otro lado, el 70% de los costarricenses dice no militar en ningún partido, según la última encuesta del Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica, dato que además confirma un hallazgo que ya hace varios años había hecho el I Informe de Auditoría Ciudadana sobre la Calidad de la Democracia, en el que se decía que 7 de cada 10 costarricenses nunca ha participado en ninguna organización de ningún tipo, ni siquiera las que le atañen directamente, como la asociación de vecinos de su comunidad o la asociación de padres de familia de la escuela de sus hijos.

La molestia del director de cine es reveladora. Igual lo es esa reticencia a participar en organizaciones de interés colectivo que exhibe la abrumadora mayoría de los ticos. No es solo que no se quiere participar, si no que les “ofende” que se considere siquiera que puedan -o mas bien deban-, hacer un aporte más allá del ámbito de su interés individual.

Diversos estudiosos de la democracia han utilizado el concepto de “capital social” para denominar el nivel de colaboración que se puede encontrar en una sociedad determinada. Su estudio permite saber cuánto interesa lo que pasa más allá del entorno individual, y cuanto se está dispuesto a sacrificar por objetivos comunes. Y es importante porque aquellas sociedades con mayor capital social tenderán a ser más prósperas y estables, en tanto la conjunción de esfuerzos permite alcanzar metas de interés que están fuera del alcance de la acción individual.

Queda claro que Costa Rica enfrenta un déficit tan  pernicioso como el fiscal: el déficit de capital social. Si se abandona completamente el ámbito de lo colectivo como un problema de otras personas, estamos sembrando los vientos de individualismo egoísta, que nos llevarán a cosechar las tormentas de la inestabilidad política. A ver si ahí nos sigue “ofendiendo” que nos inviten a participar.

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