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domingo, 29 de mayo de 2016

La inevitabilidad de la política

Ayunos de una figura que pudiera enfrentar a Daniel Oduber , candidato por el PLN para las elecciones presidenciales de 1966, los dirigentes del mayor partido de oposición de esa época, el partido Unificación Nacional, decidieron apostar  por una persona sin ninguna experiencia política, un académico de la Universidad de Costa Rica.

Don José Joaquín Trejos Fernández era, al momento de ser postulado, profesor de matemática, y había ocupado cargos académicos en la UCR, pero no tenía ninguna experiencia práctica en política, ni había servido en cargo alguno de la administración pública.

Pese a esto, don José Joaquín fue electo Presidente y ejerció su cargo exitosamente, ordenando las finanzas públicas y logrando desarrollar importantes obras como la carretera a Limón, cuya ampliación por cierto sigue esperando el pueblo limonense.

La mención a don José Joaquín viene a cuento porque como se mencionó en el blog la semana pasada, parece haber un adelantamiento del calendario electoral, producto del desvanecimiento del actual gobierno. En una coyuntura como esta, ¿sería posible repetir la experiencia de 1966 en el 2016?. Y además, ¿sería conveniente hacerlo?

No hay duda que don José Joaquín era una persona excepcional. Así como no hay duda de que actualmente hay personas con calificaciones similares, no solo en la academia, sino en el ámbito privado. Eso no ha cambiado. Lo que ha cambiado es el Estado costarricense. Y mucho.

Queda claro, después de la experiencia vivida con el actual gobierno, que quien vaya a conducir el país a partir del 2018, no puede ser alguien que llegue a aprender, que con gran candor admita que “no es lo mismo verla venir que bailar con ella”, apenas unos meses después de asumido el cargo. Ni alguien que crea que solo es suficiente un ejercicio de voluntad personal, de “voluntad política”, para hacer que las cosas sucedan. Eso es síntoma de una gran frivolidad. O peor aún, de una gran deshonestidad política.

La complejidad de la administración pública costarricense es un hecho objetivo, no una excusa. Un mínimo de conocimiento sobre ese monstruo de mil cabezas que es la institucionalidad estatal, es requisito indispensable para aspirar a la Presidencia de la República.  Ese conocimiento no puede ser solo académico, o estar desactualizado.

La Costa Rica del 2016 se asemeja poco a la Costa Rica de hace 20 años. Es más, la Costa Rica del 2016 es incluso bastante diferente a la Costa Rica del 2007, año en el que el referéndum sobre el TLC con EEUU nos permitió vislumbrar un país en el que subyace un nivel de polarización notable, que convierte el proceso político electoral en algo absolutamente  incierto, y que está ahí, amenazante, presta a manifestarse en circunstancias políticas que así lo propicien.

La conclusión es que la apuesta de 1966 no es repetible en el 2018.  Y no esta de mas recordarlo ahora que parece comenzar el ciclo electoral.

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Esta semana en Café Futbol, ¿cuales serían los mejores clubes para jugadores como Yeltsin Tejeda y Joel Campbell?, así como la salida de Javier Delgado de la LDA, son algunos de los temas comentados en la edición de esta semana por Alvaro Gallardo, Alberto Alfaro y Leo Pandolfi.

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Costa Rica debería poner mucha atención a lo que está pasando en los Estados Unidos. Las apuestas ciudadanas por los candidatos “no políticos” no son nuevas, aun cuando en el pasado normalmente no han terminado bien.  Pese a eso, una sociedad como la estadounidense, que fue capaz de elegir a un afroamericano a la Presidencia apenas 50 años después de que se les negaran derechos,  podría estar a las puertas de elegir como su presidente al que parece ser una versión anglosajona de Hugo Chavez. ¿Cómo es esto posible?

El sustrato “ideológico” del ascenso del populismo es la deslegitimación de la política. Indudablemente hay fundamento en las quejas constantes hacia la política y los políticos, pero la respuesta no puede ser la aspiración peregrina de sociedades sin política ni políticos. “La política es una actividad que se puede mejorar, pero, sobre todo, algo inevitable. Los populismos ignoran u ocultan esta inevitabilidad; extienden la desconfianza hacia los políticos como si fuera posible que de su actividad se hicieran cargo quienes no lo son o actuando como si no lo fueran”, dice el filósofo español Daniel Innerarity.  Se trata de un canto de sirena, capaz de hacer encallar a las democracias en el arrecife del autoritarismo y los conflictos sociales.

Para comprobar esto lo único que debemos es repasar el resultado de los experimentos populistas en países de nuestra región, cosa que hacemos condescendientemente, pensando que esto no es posible en un país como Costa Rica. Que es probablemente el mismo razonamiento que hacen actualmente millones de estadounidenses, los que bien podrían despertar el 9 de noviembre con Donald Trump como Presidente de su país.

2 comentarios:

Edgar Zúñiga dijo...

Dicen los que saben que soluciones a los problemas del país hay muchas y que los problemas están de sobra estudiados ¿entonces? El meollo del asunto es la capacidad de poner en práctica. De nada sirve la experiencia si partidos como el PLN y el PUSC (que la tienen) no ponen de segundo sus intereses electorales y apoyan las medidas y proyectos que se requieren. Me pregunto, 4,000,000 de costarricenses que viven de su trabajo en el sector privado CASTIGARÁN O PREMIARAN a la fracción parlamentaria que se atreva a iniciar con fuerza la simplificación y la reducción en el gasto estatal? ¿Habrá legisladores dispuestos a dar ese paso y ganar con ese CAMBIO el favor de los votantes de segunda y primera ocasión que serán los que inclinen la balanza en el 2018?

Antonio Maklouf dijo...

Creo q el problema no son los agentes sino el estado costarricense actual. Esto claramente se desprende de este interesante y bien informado artículo de opinión. No creo q el expresidente Trejos aceptaría hoy día una postulación como tampoco lo quiso hacer en las pasadas elecciones el doctor Hernandez cuando "la vio venir. "
La paternidad de este ente ingobernable y la responsabilidad de buscar la solución de la cosa pública es asunto de todos los costarricenses y hasta la fecha seguimos peligrosamente evadiendo nuestra obligación. Es muy fácil criticar al torero cómodamente sentados en la gradería pero la patria exige mucho más de sus ciudadanos. Dando una rápida mirada al fenómeno populista latinoamericano es fácil percibir q es mucho lo que arriesgamos y q la recompensa por asumir nuestras responsabilidades es infinita.