La amenaza que la gripe porcina representa para el país no puede ser tomada a la ligera. En momentos como este, la información mesurada y objetiva es vital, no solo porque orienta y educa, sino además porque sirve para dimensionar correctamente la situación, lo que previene el pánico y la irracionalidad que normalmente este genera.
Pero no toda información tiene el efecto descrito anteriormente. Se entiende que un tema como este atrae mucha audiencia y que existe una demanda de noticias extraordinaria en casos como este, pero la “sobreinformación”, práctica común en la mayoría de los medios de comunicación, que se mueven sin quitarle el ojo al rating, puede tener un efecto perverso, como que el oyente/lector/televidente pierda interés por la saturación noticiosa. Pero addemás, existe el peligro de mezclar el grano y la paja, y que lo verdaderamente importante no pueda ser discernido en medio del torrente de información, alguna verdaderamente innecesaria, que recibimos sin pausa las 24 horas del día.
Lo cierto es que necesitamos información y los medios de comunicación son los canales apropiados y más efectivos. Pero también esperamos que los medios se conduzcan a la altura de los acontecimientos, y que de veras presten un servicio a la comunidad y no terminen aumentando la confusión y la alarma innecesariamente
¿Cuál debería ser la labor de los medios en una coyuntura como la actual? Primero, atenerse a las informaciones oficiales. La reproducción de rumores y noticias sin confirmar, lanzadas al aire para ganarle una aparente exclusiva a la competencia no hace más que generar confusión y ansiedad. Segundo, respetar los protocolos en ejecución, en todos sus ámbitos. La insistencia de algunos medios para que las autoridades de salud revelaran el nombre y lugar de residencia de la primer persona afectada por el virus en el país, pese a que el procedimiento médico -y el sentido común, deberíamos agregar- aconseja lo contrario, es un ejemplo de lo que no debería hacerse. Debemos confiar en el criterio de nuestras autoridades médicas, encabezadas por la Ministra María Luisa Ávila, profesional sin tacha a la que no se le puede acusar de querer esconder algo.
Tercero, moderar el tono. Algunos periodistas parecen tener una inclinación melodramática para la exposición de los hechos, lo que resulta en noticias caracterizadas por una grandilocuencia retórica y visual que por alguna razón se considera profesional o impactante. Pero lo cierto es que lo único que hacen notas como esas es generar una tensión muchas veces innecesaria. Una cosa es provocar una sana preocupación que nos mantenga en guardia, y otra propiciar el pánico y la tensión por medio de mensajes equivocados o mal encapsulados.
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