Hay tantos temas que tengo pendientes que me va a tomar un buen tiempo ponerme al día. Pero antes de empezar a sacar la tarea quisiera compartir con ustedes algo sobre lo que he venido reflexionando desde hace tiempo, algo que me resulta gratificante y que quisiera compartir en este espacio.
En todos los países a los que he ido y en los que he tenido la suerte de contar con el apoyo de nuestras representaciones diplomáticas he podido comprobar el altísimo nivel de nuestros funcionarios del servicio exterior. Se trata de personas preparadas, de gran espíritu de servicio y con un gran compromiso con el país. Es un placer conversar con ellos y enterarse de la realidad de los países en los que trabajan, con un conocimiento que no se encuentra en ningún libro. Pero además poseen un visión particular que los diferencia de nosotros los que vivimos acá: han logrado tener un panorama objetivo de Costa Rica, de valorar justamente sus virtudes y limitaciones, producto de un ejercicio reposado de análisis a la distancia, de contraste con otras realidades. Ahí donde los residentes somos rápidos para desdeñar muchas cosas positivas o desmesurados a la hora de exaltar algunos de nuestros logros, nuestros coterráneos en el extranjero tienen la serenidad necesaria para entender que nada es blanco o negro, porque de su experiencia de mundo han verificado las múltiples tonalidades que tiene la realidad. De alguna manera están en una mejor posición que nosotros mismos para valorar lo que como sociedad hemos logrado o dejado de hacer.
Estos dos años y pico que tengo de estar en estos menesteres he tenido la oportunidad de conocer a muchos de estos ejemplares servidores públicos, los que trabajan mayoritariamente a la sombra. Son nuestra cara en el exterior y estoy seguro que responsables en gran parte de la percepción que de Costa Rica se tiene en el mundo. Como están lejos casi nunca nos damos cuenta de todos sus desvelos, de los sacrificios y tensiones que genera trabajar con recursos escasos, viviendo estrechamente, en muchos casos alejados de sus seres queridos. Tiene por supuesto muchas compensaciones, pero no deja de ser una especie de ministerio que requiere de una personalidad especial para mantenerse en movimiento durante la vida profesional. Nada más alejado de la realidad esa imagen simplona que el trabajo diplomático consiste solo en asistir a recepciones, fiestas y banquetes. Desafortunadamente la distancia le impide al grueso de la gente ser testigo del trabajo que realizan en la promoción de nuestro país, la defensa de nuestros intereses, la asistencia a los ticos residentes en el extranjero, la búsqueda de becas y cualquier forma de cooperación que beneficie al país.
Me atrevo a decir que en muchos de los viajes que he hecho, lo mejor ha sido relacionarme con el personal de nuestras embajadas. Ha sido un experiencia enriquecedora, tanto profesional como personalmente. Y me deja tranquilo porque he sido testigo de primera mano de lo bien representados que estamos en el extranjero.
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