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domingo, 4 de octubre de 2015

Crecimiento amenazado, Waze y los suizos que no somos, y una sede que puede esperar

El país tiene ya 6 trimestres de desaceleración económica. Y se estima que el año entrante crecerá menos. Esta semana se informó que mucho del poco crecimiento que tenemos proviene del consumo privado (y de gastos de gobierno). Y aquí vale la pena llamar la atención sobre algunos elementos.

El crecimiento del crédito al sector privado en dólares prácticamente se duplicó de abril a agosto en este año. Paralelamente, el crédito destinado a vivienda creció un 12,3% interanualmente, mientras que el crédito para la producción apenas creció 2,9% en el mismo período. Es decir, nos estamos endeudando en dólares para comprar casa, mientras las empresas mas bien recogen velas ante una situación incierta.

La deudas en dólares las contraen en su mayoría personas que ganan en colones, aprovechando no solo las bajas tasas de interés de los préstamos en dólares, pero además la baja inflación que le permite tener mas ingreso disponible. Pero las tasas de interés de sus préstamos en dólares dependen de factores que están fuera del control del país. Un aumento de esas tasas podría hacer impagables muchos préstamos.

Segundo, es de esperarse que si la situación fiscal continua sin resolverse, a partir del segundo semestre del 2016 las tasas de interés internas comiencen a subir, cuando el gobierno se vea obligado a vender bonos en el mercado interno para financiar el creciente déficit, aun cuando la venta de bonos a China se concrete. Esto podría tener un impacto en el nivel de inflación, con lo que las familias contarían con menos ingreso disponible. Esta doble amenaza puede resultar en una gran morosidad y podría reforzar la ralentización del crecimiento económico, con un impacto importante en la creación de empleo y el nivel de pobreza. 

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Waze calificó  a Costa Rica como uno de los 10 peores países del mundo para manejar. Aun cuando el estudio no es muy extensivo (solo incluye 32 países), quienes sufrimos cotidianamente las presas en el Area Metropolitana no podemos estar mas de acuerdo. 

Las razones tienen que ver por supuesto con las carencias de infraestructura que sufrimos desde hace tiempo, así como un sistema de transporte público insuficiente. Pero cuando se enumeran las causas del colapso vial que vivimos cotidianamente, siempre ignoramos una que parece evidente: los pésimos hábitos de manejo de los costarricenses.

Todos los días nos enfrentamos a quienes usan mal las rotondas, por ejemplo utilizando incorrectamente el carril externo. Es común encontrar carros y sobre todo buses bloqueando el paso en una intersección. O conductores que para ahorrarse la fila en una salida de carretera, se acercan a la misma  por el carril mas lejano, deteniendo el tráfico hasta que un alma caritativa -o resignada-, le permite colarse cruzando la calle, muchas veces  lo largo de dos carriles.  O los que se lanzan en contra vía y que cuando llegan a la esquina no permiten el ingreso de vehículos a esa calle. Y así se pueden aportar mucho ejemplos de este tipo de comportamiento.

Ignorar nuestra responsabilidad en muchos de los problemas que afronta el país, no se limita a a la forma en que manejamos, ni a la poca cortesía que exhibimos en carretera. Casos como estos abundan en múltiples ámbitos de la vida nacional. No caería mal un examen a consciencia de nuestra responsabilidad sobre lo que pasa en Costa Rica. Y por otra parte, reconocer objetivamente nuestras particularidades ciudadanas. No podemos seguir apostando a la transformación de los costarricenses en ciudadanos suizos como requisito previo para alcanzar metas. Mejor reconocer quienes somos, para afrontar de manera realista los retos que tenemos. Sin renunciar por supuesto a ser mejores personas, pero sin apostar el cambio a un cambio de personalidad colectiva.

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¿Cómo llegamos a esta situación de infraestructura que no solo nos sitúa como uno de los 10 perores lugares para manejar, sino que además impacta de manera importante nuestra competitividad?. La respuesta es compleja, pero podría resumirse así: los gobiernos en el pasado, confrontados con desbalances fiscales, optaban por recortar gastos en dos de los campos en los que mas se gasta: inversión social e  infraestructura. Esos recortes los estamos pagando todavía, aun cuando la inversión social recobró su nivel histórico más alto desde el 2012, tras 6 años a aumento sostenido.

El atraso que se provocó en infraestructura requerirá de un esfuerzo monumental, pero también de una priorización estricta en el trabajo del MOPT. Por eso llama la atención que, ante la solicitud que el presidente Solís le hiciera al ministerio para que recortara gastos, se haya decidido sacrificar el mantenimiento de cientos de kilómetros de carretera, la atención de emergencias y de decenas de puentes, en favor de la construcción de un nuevo edificio.

Es evidente que el MOPT necesita una nueva sede, así como muchos otros ministerios e instituciones pública. Pero hay momentos propicios para cada cosa, y este no parece ser uno de ellos. No solo es un asunto de equilibrios financieros, es también un asunto simbólico. En momentos es que la ciudadanía tiene la sensación de que  el Estado no sirve mas que para beneficiar a los que trabajamos en él, el afán de procurarse una nueva sede parece inapropiado. Sobre todo si va en detrimento de cosas urgentes.

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