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domingo, 29 de noviembre de 2015

De como medir la pobreza y las elecciones en Venezuela

Una noticia basada en una investigación de Juan Diego Trejos del IICE de la UCR, señala que al país le tomó 34 años para recuperar el nivel de inversión social que se tenía en los años previos a las crisis de los años 80-82. Solo en el período 2005-2014 la inversión per cápita creció alrededor de un 25%, lo cual es aun mas extraordinario si se considera que en los años posteriores al 2007, el país sufrió las consecuencias de una de las peores crisis financieras de la historia.

Para algunos, esta no es una buena noticia, porque desde su perspectiva ese aumento en la inversión social ha fracasado en tanto la pobreza se mantiene estancada alrededor de un 21%. Si bien es claro que siempre se puede mejorar la eficacia de los programas sociales selectivos, hay algunas consideraciones sobre la naturaleza misma de esos programas, que deben ser valoradas a la hora de emitir un juicio sobre su impacto en la población.

El método utilizado en Costa Rica (y en muchos otros países) para la determinación del nivel de pobreza en Costa Rica es el denominado de “línea de pobreza”.  Este método investiga el nivel de ingreso familiar, y dependiendo de ese monto, se clasifica a las familias como pobres,  extremos (si el ingreso no alcanza para comprar la Canasta Básica Alimentaria), o no extremos (si el ingreso alcanza para la CBA pero no para la Canasta Básica Total, que tiene mas productos y servicios que la primera).

Este método depende del ingreso. Y el ingreso bien puede ser impactado por transferencias de programas sociales selectivos (Avancemos por ejemplo), pero normalmente ese impacto es temporal, sin mencionar que los programas no tienen ese objetivo. Lo que sacaría permanentemente a estas familias de la pobreza es la posibilidad de conseguir  un empleo, algo que no está pasando. Y es cierto que el Estado tiene una responsabilidad enorme en la generación de condiciones para que eso suceda, pero los programas sociales selectivos son apenas una parte –una que de paso genera la mayoría de sus resultados a mediano y largo plazo-, de esa ecuación necesaria para dinamizar la economía y aumentar la inversión.

Existen otro tipo de mediciones que pueden reflejar mejor la acción del estado en la lucha contra la pobreza. Uno es el recién develado Índice de Pobreza Multidimensional, que incluye ámbitos como educación, vivienda y salud entre otros, en los que la acción del Estado es mas evidente. En el caso del IPM,  los datos indican que el porcentaje de familias consideradas pobres se redujo de 26,7% a 21,7% en el período 2010-2014 (en el 2015 se mantuvo sin cambio), un resultado a todas luces estimulante, sobre todo si se considera el esfuerzo que se hizo para sostener la inversión social en tiempos de estrechez fiscal.

Existe otro método, el de Necesidades Básicas Insatisfechas, que analiza posibles carencias que tienen las familias en educación, albergue y otros ámbitos, en el que también es claramente identificable la verdadera efectividad de los programas sociale selectivos. Según la serie histórica de esta medición, del año 2000 al año 2011 el porcentaje de familias con al menos una necesidad básica insatisfecha se redujo 11,5%, acorde al aumento sostenido que ha sufrido la inversión social.

Cualquier debate sobre el efecto de los programas sociales selectivos debería incluir estos elementos. Uno entiende que hay gente que no cree en el Estado y quisiera reducirlo a su mínima expresión, pero sin considerar estos puntos no es posible tener una discusión razonable.

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El próximo 6 de diciembre se celebran elecciones parlamentarias en Venezuela. Después de casi dos décadas de control mayoritario de los poderes del Estado, el oficialismo parece estar a las puertas de perder la mayoría legislativa, en momentos en que el modelo exhibe enormes carencias. Para algunos, en estas elecciones no solo se juega el futuro de Venezuela, sino además la confirmación de una tendencia que algunos consideran comenzó con la victoria de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales argentinas: el principio del fin de los movimientos populistas en el sur del continente.

Pocos países enfrentan un clima de polarización política y social como Venezuela. Fui testigo de esto hace unos años, cuando hice una pregunta casual sobre el estado de la situación a dos personas de estratos sociales diferentes, provocando una enardecida discusión que en algún momento pensé iba a terminar a puñetazos. Y se trataba de dos personas que antes de mi pregunta conversaban cordialmente, sin imaginarme yo que podían llegar, unos minutos después, a gritarse, nariz con nariz, en un estado de exaltación inquietante.

El resultado de estas elecciones podría detonar una crisis enorme en Venezuela.  Una victoria de la oposición, como apuntan las encuestas, de seguro generará una reacción durísima del régimen. Una victoria del oficialismo sin duda generará dudas sobre la integridad del proceso. No es buena señal, desafortunadamente, que el gobierno no haya permitido una misión de observación electoral de la OEA, aceptando solo la de UNASUR. Pero uno esperaría, a la luz de la posición valiente del nuevo Secretario General de la OEA, que la comunidad internacional no se quede impávida ante lo que pase.

Ojalá que no aparezca la violencia. Pero si el resultado va a generar reacciones como la que generó mi pregunta hace unos años, el panorama no es alentador.

2 comentarios:

Jorge Fallas dijo...

Respecto a la mediciòn de poreza, o màs especìficamente, desigualdad, creo que Trejos tambièn tien una investigaciòn donde compara el Coeficiente de Gini de la distribuciòn del ingreso autònomo para Costa Rica y es de 0.5. Pero luego detomr en cuenta transferencias y ayudas pùblicas este baja a 0.4. Al parecer, los esfuerzos pùblicos logran modificar la distribuciòn focalizando el gasto, màs eficnete que por medio de impuestos.

Roberto Gallardo (@robertogallardo) dijo...

Es cierto Jorge, se me fue incluir ese dato, que es muy importante. Muchas gracias