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domingo, 28 de agosto de 2016

El gobierno de unidad nacional que necesitamos

La idea de que el país sea dirigido por un gobierno de unidad nacional a partir del 2018 ha venido tomando fuerza en los últimos meses. Pero su concreción, como frecuentemente pasa en Costa Rica, puede complicarse si no se tiene claro cuales deberían ser los objetivos principales de un ejercicio como este.

El primero que planteó esta idea de manera pública, ya hace unos meses, fue el diputado Ottón Solís. Algunos señalaron la ironía que la propuesta del diputado no fuera para constituir este gobierno desde ya, sin necesidad de esperar al 2018. Pero lo cierto es que el actual gobierno no puede ser la base para un ejercicio como este. Sin músculo en el parlamento, producto de una fracción legislativa oficialista que actúa por la libre, y con la sensación generalizada que  el presidente tiró la toalla desde hace meses, es poco lo que se podría hacer para establecer un proyecto común en este momento.

(Y lo anterior pese a que el actual es un gobierno integrado por una buena cantidad de exmilitantes del Partido Unidad Social Cristiana, y que incluso contó con los votos de la fracción legislativa del PUSC –junto a la del Frente Amplio-, para elegir a Henry Mora comopresidente de la Asamblea Legislativa en el primer año de gobierno.)

¿Y por qué se necesita un gobierno de unidad nacional? Entre otras razones, porque la nación política del siglo XXI es sustancialmente diferente a la del siglo XX. No solo se trata de un multipartidismo que parece haber llegado para quedarse, sino de un cuestionamiento persistente de la legitimidad de un sistema que cada vez tiene mas problemas para responder a demandas inéditas de una ciudadanía más informada.

La coyuntura exige acciones igualmente inéditas, precisamente como la constitución de un gobierno de unidad nacional. La posibilidad de que esto se concrete está relacionada directamente con la definición del para qué se quiere un gobierno de este tipo. Es aquí en donde se construye el acuerdo base, sin el cual no es posible agrupar a fuerza de distinto signo.

De cara a esta posibilidad, hay una premisa que deberían tomar en cuenta las fuerzas políticas costarricenses: en la cultura política prevaleciente, todas tienen opciones reales de poder. Las preferencias electorales, antes signadas por la ideología, se construyen ahora de manera diferente, de una forma que todavía no está del todo clara.

En este sentido, una candidatura que genere confianza, o que articule la decepción y desconfianza que parece prevalecer en el electorado, tendrá más peso que la ideología de la organización que la postule. Pero, como lo comprobó rápidamente el actual gobierno, hacerse con el poder es posiblemente el problema mas sencillo . Utilizar ese poder para concretar una oferta electoral es el verdadero problema, uno que al no solucionarse sigue profundizando la desconfianza y el desánimo popular.

La confluencia de estos dos factores debería facilitar un acuerdo alrededor de una agenda “neutra”. Propuestas que giren alrededor de temas específicos de política pública, o peor aun, de una visión ideologizada que apunte en una dirección muy específica, serán mucho más complejas de discutir, y posiblemente terminen abortando cualquier esfuerzo. Por eso el debate debe girar, no sobre la solución de problemas particulares, sino mas bien sobre la solución de los mecanismos para la solución de los problemas en general.

Esto significa, primero que nada, devolver certeza al proceso de formación de leyes. Parece poco para un gobierno de unidad nacional, pero para iniciar la maratón hacia el desarrollo se necesita dar el primer paso. Existen varias iniciativas para reformar el reglamento legislativo que van en esa dirección, desde las reformas integrales hasta más puntuales que pretenden poner un límite razonable de tiempo para votar los proyectos; la elección de una de estas alternativas debería estar en el centro de un acuerdo nacional.


Una vez resuelto esto, se puede acometer la discusión de otros temas perentorios, como el papel de la Sala Constitucional, y el de los órganos de control, en el camino hacia la necesaria recuperación de la capacidad de gestión del estado costarricenses. Asimismo, se podría al fin debatir la imprescindible reforma de los mecanismos de elección popular que revitalice la representación política. Todos temas importantes, pero alrededor de los cuales no es posible adoptar decisiones en las circunstancias actuales, en donde se depende de la aparición providencial de un Presidente legislativo como el actual, para que haya acuerdos sobre algunos temas. No debería ser así.

El objetivo principal de un gobierno de unidad nacional a partir del 2018 debería entonces girar alrededor de estos temas. A todas las fuerzas políticas les interesa. Se trata de desenmarañar el camino, para que los que vengan después puedan efectivamente hacer lo que prometieron. Enredar la cuestión hablando de políticas concretas, podría hacernos perder la última oportunidad que el país tiene para encarrilarse nuevamente por la senda del desarrollo, antes de que la impaciencia ciudadana termine produciendo una solución al margen de la institucionalidad democrática.

Twitter: @robertogallardo

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En el episodio 33 de Cafe Futbol CR, Alvaro, Alberto y Leo analizan la crisis de la liga, y la convocatoria del Machillo de cara al partido contra Haití. 


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