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domingo, 7 de agosto de 2016

Lo que el puente de la platina nos revela

Otra vez el denominado “puente de la platina” es noticia, y otra vez el torrente de memes, bromas, quejas y recriminaciones. Concentrados en lo que pasa actualmente, se renuncia a contextualizar un problema en la que sin duda los gobiernos han tenido responsabilidad, pero al que también ha contribuido información insuficiente que permitiría evaluar la situación de una manera mas objetiva. Y mas allá de las implicaciones evidentes, la historia del puente refleja algunos elementos que forman parte de la idiosincrasia nacional.

Contrario a lo que piensa la gente, el problema del puente de la platina no es la superficie de rodamiento; esto es consecuencia de otro problema mayor, relacionado con las bases mismas del puente. La solución definitiva pasa entonces por la reconstrucción de esas bases, labor previa e inevitable para poder rehabilitar de manera adecuada la superficie de rodamiento.

Pero mientras esta labor, invisible para el usuario de la carretera por ser “debajo” del puente, se finaliza, es posible que sigan presentándose problemas como el que se presentó la semana pasada, cuando aparecieron de nuevo algunas fracturas del concreto en la superficie. Los huecos no son solo una confirmación de la negligencia de los gobiernos, como algunos quieren hacerlo ver, son una consecuencia de la situación actual de la estructura del puente, una que no será resuelta hasta que se termine la labor de reforzamiento.

Igual la frustración del usuario es comprensible, pero mas allá de la reacción inmediata de burla, chota, desánimo y crítica, se refleja en la respuesta del costarricense a situaciones como esta, algunos rasgos característicos de la ciudadanía contemporánea. Primero, este es el pueblo de los inmediatos, en donde la constancia es un valor deslegitimado. Por alguna razón se cree que es posible resolver en meses, problemas que tienen años de estarse acumulando.

Creer que esto es así compromete esfuerzos que requieren de constancia para alcanzar resultados, y termina condenando al país al pernicioso vicio de comenzar de cero la solución de problemas que solo se solventan mediante esfuerzos sostenidos. Se podría argumentar que el tema del puente de la platina ya tiene muchos años, y que por lo tanto ya debería haber sido resuelto, pero ese argumento refleja otro problema: la insuficiente información con la que cuenta la gente para formar una opinión fundada.

En este caso, existen razones por las que no es sino hasta ahora que el puente recibe un tratamiento de fondo. En realidad es solo una: la carretera estaba concesionada. No tenía ningún sentido que el gobierno invirtiera miles de millones de colones  para reconstruir y ampliar el puente, si la obra le habría correspondido ejecutarla a la concesionaria.

Por eso la labor de CONAVI durante todos estos años fue la de darle un mantenimiento mínimo al puente, en espera de que la concesionaria de la ruta iniciara los trabajos de fondo. No es casualidad que no es sino hasta después de haber finiquitado la concesión de la carretera, que se decide iniciar la labor estructural imprescindible para solucionar el problema.

(Hay que decir, sin embargo, que hay un problema que habrá que solucionar en el futuro, porque la ley de fideicomiso para la construcción de la ruta San José-San Ramón establece que el trayecto del Monumento al Agua  y el aeropuerto Juan Santamaría será de 8 carriles, y el trabajo de ampliación del puente que se está ejecutando en este momento lo dejará en… ¡6 carriles!).

Y aquí llegamos a otro punto que parece importante y definitorio del ciudadano costarricense del siglo  XXI. En la Costa Rica del 2016, y esto tiene relación con el desvanecimiento de la constancia como valor social, solo existe el presente. Los antecedentes mencionados en los párrafos anteriores no tienen validez, son meras excusas. Lo importante es el hoy y lo que se ve. La discusión, entendida como una sucesión de críticas, es sobre los huecos de la capa superior, no sobre el trabajo de reforzamiento de bases. Lo que pasó, aunque ayude a explicar lo que está pasando, no tiene importancia. Y el futuro, es también objeto de crítica incesante: el pesimismo como forma de comportamiento políticamente correcto.

Por supuesto los gobiernos han contribuido a que se haya configurado un clima de estas características, pero no exclusivamente por negligencia, como parece ser siempre la conclusión de algunos, sino porque en muchos casos no ha podido -o no ha tenido el espacio para hacerlo-, transmitir toda la información necesaria, que permita a la ciudadanía comprender con claridad las opciones que tiene ante sí un gobierno para enfrentar los problemas que se le presentan.


En este caso puntual del puente de la platina, no es que no haya razones para desesperarse y el pesimismo, pero existe una promesa formal, con fecha determinada, (hecha de manera dramática por el presidente debajo del mismísimo puente) en la que se solucionarán los problemas estructurales que permitirán a su vez corregir definitivamente los problemas superficiales. Es lógico que haya dudas, sobre todo porque este gobierno ha sido consistentemente incapaz de cumplir lo que ha prometido, pero no por eso debemos tratar de descarrilar el proceso para iniciar  otra cosa, solo porque no podemos esperar, o no creemos en lo que nos dicen.

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